La impunidad se mantiene en todos los niveles, en todos los estratos sociales, en todos los partidos políticos, en todos los dedicados a la política, en todos los funcionarios públicos
Ocurrió así y/o ¿hecho en socialismo? En el metrobús estamos escuchando la celebración del cumple de Maduro. Muchos están aplaudiendo, otros en el mundo de los audífonos y un grupo bravo gritando: ¡halabolas¡, y yo arrastrando una pechuguita de Bs. 2.200”.
Estas palabras las envió por texto a mi teléfono una persona que vive en Caracas. En mi opinión, en tan solo esas cortas líneas, quizás sin querer, llevada por un momento de inspiración no precisamente divina, sino de angustia y desconcierto, expresa la situación actual del país. Mejor dicho, los grupos en los que está dividida la población venezolana actualmente. Le solicité su autorización para responderle públicamente y accedió, así que este es mi comentario.
Varias veces he insistido en que la población venezolana no está polarizada. No hay solo chavistas y opositores, pues siempre olvidan una importantísima parte de la población que ya no se expresa, pero que sufre bastante, y que viene aumentando desde el año 2006. Ese año fue el tope. Luego ha habido fluctuaciones para arriba y para abajo en los números chavistas y opositores, dependiendo del momento, pero esas otras dos partes, los que viven aislados (en este caso con audífonos) y los que están angustiados sin saber exactamente para dónde agarrar (los que cargan la pechuguita a Bs. 2.200 y no entienden cómo a los otros tres grupos todavía les quedan ganas de fijar una posición), van en aumento constante, diría que logarítmico, lo cual es peligroso para la estabilidad del país. No, no me refiero a una guerra civil, sino a que el desconcierto, la angustia, la impotencia y la rabia son los desaceleradores más potentes de un país. La indolencia, la indiferencia, la ignorancia y la impunidad se han mantenido incólumes desde 1958. Sí, yo me atrevo a admitirlo.
La impunidad se mantiene en todos los niveles, en todos los estratos sociales, en todos los partidos políticos, en todos los dedicados a la política, en todos los funcionarios públicos desde entonces, porque parece que solo con una verdadera dictadura temían no cumplir con la ley, porque sabían que si bien en el gobierno había corrupción, al ciudadano sí le daban duro por infringir la más mínima ley o por decir quejas sobre el gobierno. La crítica es un derecho humano, siempre y cuando sea constructiva y acompañada de una solución alternativa, viable y a su vez respetuosa de las leyes, no de mala intención. Créanme, me duele mucho decir esto, porque el ser humano debería ser capaz de respetar las leyes sin necesidad de violencia. Creo que tenemos el nivel de inteligencia abstracta y emocional para asumir eso. Pero cuando la sociedad entera es cómplice, alcahueta, de una u otra manera, así cualquiera se enferma, se descorazona, agoniza en su propia angustia. Si no, ¿por qué existen los bachaqueros asesinos? Solo por poner un ejemplo.
Me declaro, en este orden, bolivariana, socialista y chavista. ¿Por qué chavista? Porque Chávez propuso desde un principio un plan de país, acorde con el socialismo y el bienestar común, y fue coherente durante todo el tiempo que el gobernó con ese plan. Fue leal. ¿Por qué lo sigo siendo, después que asesinaron a Chávez? Porque sigo siendo socialista, y para mí es el único camino posible. Como bióloga soy incompatible con el capitalismo, destructor y esclavizante de las personas, plantas, animales y ambiente. Porque no me gusta inventar enfermedades o comidas venenosas para después vender yo misma la cura, que es tan tóxica como la enfermedad, con tal de ser millonaria y poderosa, dueña de vidas y almas. ¿Que por qué esto no termina de arrancar? Porque, ya lo escribí, la indolencia, la ignorancia, la corrupción, la deslealtad y el egoísmo todavía gobiernan. Por eso acabaron con Chávez, y seguirán intentando acabar con todo lo que signifique bienestar real y común.
Así que el grupo que aplaudía por el cumple del presidente Maduro está en su derecho de celebrar si les da la gana, pues no están haciendo daño aparente; los que gritaban con rabia estaban ofendiendo y nadie los puso presos por ofender, para variar con la impunidad; los de los audífonos estaban también en su derecho de aislarse, pues no están de acuerdo ni con los aplausos ni con los insultos; pero más me preocupa la persona que cargaba la pechuga de pollo millonaria, porque la duda a veces se vuelve insoportable. El antídoto es un combo de persistencia, trabajo, honestidad y una enorme, infinita fe en sí misma, que sirva de escudo a tanta contaminación espiritual y mental.
Paula Durante
aporrea.org