Políticamente incorrecto 

Desde hace algún tiempo guardo en un pequeño espacio de mis pensamientos, con algo de reservas, la idea de que los ciudadanos no politizados son los culpables secundarios del mantenimiento de la Dictadura en el poder y no los dirigentes de la oposición como muchos creen o se les hace cómodo creer. Por supuesto que el propio régimen es el responsable principal de evitar ser derrocado, pues a través de la represión, la división del adversario, el chantaje y el sometimiento a través de la miseria han logrado el objetivo de seguir mandando.

Mi intención no es defender lo indefendible o solapar los errores cometidos por la dirigencia opositora, incluso negocios y alianzas que encochinan aún más el pantano de la política venezolana; pero sí quiero reivindicar el esfuerzo de muchos, viejos y jóvenes, que arriesgaron y arriesgan sus vidas por una ciudadanía egoísta e indiferente. Quienes hemos probado la amarga miel de la política, sabemos que en la misma cama pueden converger los más nobles y probos, junto al hedonismo y maldad en su máxima expresión. Existe la libertad de elegir hacia donde alinearte.

Hago un recuento. En el año 2014 un pequeño sector encabezado por Voluntad Popular, Alianza Bravo Pueblo, María Corina Machado y Bandera Roja, convocaron a una rebelión asida al inicio de la profundización de la crisis. Menos del 5% de la población salió a protestar en su momento más álgido. Acción Democrática, Primero Justicia, la Iglesia y la mayoría de los gremios se deslindaron del proceso y hasta lo condenaron. En él hubo 49 muertos y más de 3mil detenidos, de los cuales más de 300 terminaron como presos políticos, incluidos personajes importantes como Leopoldo López. El régimen mostró su cara represiva y empezamos a llamarlo Dictadura.

En 2015 la lucha se libró en la calle y en las urnas electorales. Recordemos que la rebelión democrática finalizó como disputa política en marzo de ese año, pero derivó en una nueva batalla social y electoral. El último asesinado fue Kluiverth Roa el 26 de febrero. Sin embargo, se mantuvieron protestas registrándose 5mil 851, muchas de ellas dirigidas o convocadas por quienes aspiraban ser diputados en diciembre. En efecto, 112 de ellos resultaron electos en la única victoria por amplio margen de la oposición. Esta vez, la gente participó masivamente, pues apenas hubo un 26% de abstención, porcentaje bajo para este tipo de comicios.

La oferta parlamentaria fue alta y solo se cumplió superficialmente. Sin embargo, el debate político adquirió relevancia al mismo tiempo que avanzaba la crisis. La Asamblea Nacional se convirtió en la punta de lanza del pueblo venezolano. Ese 2016 fue de mucha esperanza. La fe de los ciudadanos se condujo hacia una plataforma electoral como el Referéndum Revocatorio, que finalmente la Dictadura impidió, pero cuya frustración se recondujo a la calle. Todo esto fue encabezado por políticos, buenos y malos, los que todos conocemos.

En 2017 hubo unión real. Se persiguió un solo objetivo. Ciudadanos y su dirigencia demostraron coraje y valentía frente a la peor arremetida represiva de nuestra historia republicana. Pasó de todo. Se protestó de todas las maneras posibles. Chamos menores de 30 años se echaron la rebelión encima, encabezados por Freddy Guevara. Hubo errores. El 17 de julio debió haber mayor contundencia ante el deseo del pueblo de acabar con la Dictadura de inmediato. Pero, repito, se hizo de todo, y a pesar de ello: menos del 20% de la población participó directa o indirectamente en las protestas ¿es culpa de quién? 145 personas fueron asesinadas e incuantificables detenidos. Particularmente recuerdo estar arriesgándome a diario mientras muchos amigos o conocidos cumplían su rutina como si nada. “El que no trabaja no come, decían”, y ahora están trabajando el triple en otros países o no están comiendo aquí a pesar de trabajar.

Esta derrota fue frustrante. La diáspora arreció. Las redes sociales profundizaron su propio mundillo de estupidez, de señalamientos entre unos y otros que se consideran entendidos en materias que pretenden analizar desde el estómago.  Hubo tres fraudes electorales consecutivos en los que nos peleamos inútilmente entre participar o no. Los políticos cometimos el grave error de decidir según lo que creíamos era la opinión mayoritaria de los venezolanos y una presión internacional que juega su juego muy lentamente. Lo que hicimos fue contradecirnos, ser incoherentes. En perfecto francés, nos volvimos un culo.

Arrancamos enero de 2018 sin un plan concreto. No se preparó un candidato presidencial y Lorenzo Mendoza, bajo clamor popular, se negó a asumir la responsabilidad que el país le exigía y que, conforme avanzaba el tiempo, se veía como la única posibilidad de competir. Un cuarto fraude se terminó de consumar, esta vez de escala presidencial. La crisis se aceleró a niveles insostenibles. Las conspiraciones militares no se hicieron esperar y hoy vemos 184 efectivos castrenses presos y siendo sometidos a terribles torturas. Las organizaciones políticas tratan de reconocerse y mantenerse en medio de la crisis. El pueblo pide paro y se convoca, pero no participan. El pueblo pide protestar y se convoca, pero no protesta. El pueblo pasa hambre y miseria, pero no se rebela. La Dictadura convoca a hacer actos ilegales de segregación mediante un carnet, y el pueblo hace colas por horas, sin chistar, para sacarse el carnet de marras  y lo usa. Las humillaciones se elevan al máximo con un paquetazo económico brutal, y tratamos de acomodarnos a él. Mientras tanto, las fronteras siguen abarrotadas por espíritus asfixiados que ya no conseguimos un huequito por el cual respirar. Nos ahogan y arrinconan cada vez más, pero solo unos pocos respondemos de alguna manera.

Entonces, vamos a seguirnos preguntando ¿qué han hecho los políticos? Particularmente los he visto hacer bastante, los he visto acertar y equivocarse, ¿y tú qué has hecho? ¿Has intentado al menos equivocarte?

Carlos Javier Arencibia

 

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