Fue parte de la gesta colonizadora, y específicamente empresa de la Iglesia católica, asignar a un recién erigido pueblo el nombre de un santo. Los encargados de evangelizar tenían por costumbre bautizar esos poblados con nombres de santos vinculados a su orden religiosa. Con eso se pretendía catequizar y poner al pueblo y a sus moradores bajo la protección de un patrono y enseñar aspectos propios de la doctrina católica. Las más diversas advocaciones marianas y nombres de santos comenzaron a invocarse para pedir protección ante fiebres, pestes, temporales y otras catástrofes.
También se constata que algunas personas y familias adoptan un patrón particular, siendo tradición común en muchos pueblos. Por ejemplo, Lucas G. Castillo Lara en su libro “Pueblos y hombres de Aragua”, afirma que en Güiripa, poblado aragüeño, las familias tenían su patrón particular. Este patrono cuidaba a los devotos, las cosechas y también a los animales.
Tal situación se presenta en El Café, poblado barloventeño, donde algunas familias honraban al Santo Niño mientras que otras tenían como devoción doméstica a San Juan Bautista. Cuando construyeron el templo hacia 1950, debía buscarse un santo patrono y se produjeron discordias entre los habitantes del aludido pueblo, pues unos consideraban que el patrón debía ser el Santo Niño y otros aseguraban que debía serlo san Juan Bautista. Tocó al franciscano Agustín Augustinovich, párroco para aquel entonces de la iglesia de El Café, presentar a san Francisco de Asís como principal de ese templo. Todavía durante las fiestas patronales de El Café se engalanan ambas imágenes.
Evocando la génesis de Capaya, vemos que, en 1690, cuando es refundada la Misión de Araguata, la bautizan como Nuestra Señora de la Iniestra de Marasma, en el valle de san Nicolás de Tolentino de Capaya. Entonces, desde sus orígenes, existe en Capaya un copatronazgo: el de Nuestra Señora de la Iniestra y san Nicolás de Tolentino, eremita agustino italiano, nacido en 1254 y muerto en Tolentino en 1305. Su vida estuvo marcada por grandes prodigios. Fue canonizado por Eugenio IV en 1446.
En los “Documentos relativos a su visita pastoral a la Diócesis de Caracas” el obispo Mariano Martí comenta que san Nicolás de Tolentino es el titular de toda la feligresía de Capaya y que lo tomaron por patrono y abogado contra las calenturas. Sostiene que por la intercesión del santo allí no se padece calenturas y afirma que con la mediación del santo y de la Virgen de la Iniestra él espera librarse de ese mal.
En los primeros inventarios de bienes del templo de Capaya no existen referencias de la imagen de san Nicolás de Tolentino hasta las relaciones de bienes correspondientes al siglo XIX. En el inventario de la iglesia parroquial de Capaya correspondiente al año 1842 se reseña la existencia de dos imágenes del patrón. También se especifica que las piezas tenían sus diademas, una de ellas dorada, y sus dos tronos.
En el inventario del año 1918 se precisa la existencia de dos imágenes del santo patrón, señalando que una mide 168 centímetros y la otra de 78 centímetros.
Esta última es una pieza de madera tallada, de data antigua, registrada en los inventarios de la iglesia parroquial correspondientes a los siglos XVIII y XIX. El santo aparece de pie, vistiendo un hábito marrón y portando en su mano izquierda un libro, quizás una Biblia, sobre la cual descansa un plato pequeño sobre el cual están posadas dos palomas. El brazo derecho está inclinado hacia delante y la mano está vacía pero abierta, extendida.
La tradición oral refiere que el tamaño de la pieza era considerado pequeño para un santo patrón, pues no mide siquiera un metro de alto. Por ello decidieron encargar una figura con dimensiones mayores. Cuando llegó la pieza, ésta no correspondía a la de san Nicolás de Tolentino, sino a santo Tomás, interpretaron los feligreses. Resolvieron quedarse con la imagen y comenzaron a reconocerla como “san Nicolás el grande”, aunque para ellos la talla correspondía a santo Tomás. Así la imagen de menor tamaño empezó a ser conocida como “san Nicolasito el chiquito” o simplemente san Nicolasito, surgiendo en Capaya un doble culto a dos imágenes que para sus devotos representan un único santo.
En Pueblos y hombres de Aragua Lucas Guillermo Castillo Lara aclara esto acotando que en cada casa había un santo protector al que se le rezaba y se le hacía su fiesta. En algunas oportunidades por desconocer la imagen del santo se tomaba otra a la que se vestía de manera diferente.
Marielena Mestas Pérez
Academia de la Historia del Estado Miranda