No es tan difícil suponer que los gobiernos más cercanos al presidente Chávez y al modelo socialista del siglo XXI, recibirán la misma ofensiva estratégica de parte de las élites del poder estadounidense
Aunque en Bolivia los acontecimientos están en desarrollo y no sabemos cuál será el giro final que puedan adoptar, lo cierto es que hoy Evo Morales no está al frente del poder de Estado. Su obligada renuncia, solicitada por la élite militar-policial, conectada con los viejos factores que pujan por la restauración de la Bolivia racista y excluyente, cuyos tenebrosos intereses confluyen con los de la élite gobernante estadounidense, ha generado un terrible caos, numerosas muertes y total anarquía en una nación que vivió al menos una década de estabilidad política y progreso económico incluyente para la mayoría de la población.
Otro duro golpe a uno de los principales protagonistas de la época de oro de América Latina, esto por su origen indígena, su modo pacifista de entender la política y la confrontación por el poder y su honestidad probada en su propia forma de vida y de gestión pública. Luego de 14 años de mandatos constitucionales ininterrumpidos, que llevaron a Bolivia a ser la economía más estable y próspera de Suramérica, con una tasa de crecimiento superior al 4 % y una tasa de inflación cercana al 3 %, que permitió una reducción de la pobreza en más de 30 %, con el control estatal de los recursos naturales, pero a la vez con una apertura a la inversión privada nacional e internacional, con el desarrollo de proyectos de producción y exportación minera (en las áreas de minerales energéticos como el Litio) en asociación con el capital internacional, el presidente indígena es desalojado del poder sin el derecho a defenderse, sin la posibilidad de plantear algún tipo de negociación política, conminado a renunciar al precio de su vida y la de sus cercanos colaboradores. Ni más ni menos, un golpe de Estado seco, una usurpación rápida del poder así como el inmediato exilio del presidente.
En esta hora dura que vive Bolivia conviene hacer algunas reflexiones sobre las causas que están haciendo posible semejante mascarada sangrienta que, como casi siempre ocurre, terminan pagando los más pobres y desamparados. Concurren en Bolivia causas similares a los casos de Brasil, Paraguay y, en menor medida, Ecuador. Enumeremos las principales:
1. El no haber producido cambios sustanciales en las viejas instituciones del Estado heredado, permitiendo que las élites económicas y políticas continuaran controlándolas. El caso más elocuente son los mandos militares y policiales.
2. La debilidad de los movimientos políticos y sociales que constituyen la base de sustentación del poder. Esto incluye el tema de la organización militar, de la preparación para el combate de respuesta rápida, la preparación logística y la movilización sobre el territorio. Resulta insólita la orfandad de quien ejerció durante 14 años el poder, pero no solo personal, sino de su partido el MAS. En esto el proceso boliviano, es muy parecido al de Ecuador, respecto de Correa y el movimiento Alianza País.
2. La subestimación de la fuerza de los adversarios. Una cosa es que los sectores opositores a Evo no tuvieran la fuerza para derrotarlo electoralmente (como quedó evidenciado en la primera vuelta del último proceso electoral) pero otra muy distinta era creer que por ello no tuvieran la capacidad real para desarrollar una estrategia y una táctica de confrontación directa, orgánica y de calle, para desalojarlo del poder. Reducir las disputas del poder solo al hecho electoral, y medir al enemigo por su cantidad de votos, constituye un error estratégico que se paga muy caro. Cómo se pudo pensar que aquella intentona de la llamada media luna, del abortado golpe de Estado del año 2008 estaba totalmente cancelada, si los actores seguían allí activos, e incluso aprovechando las bondades de la correcta política económica del gobierno para aumentar su poder y su capacidad de compra y negociación. Viene a mi memoria el viaje de emergencia ordenado por el entonces canciller Nicolás Maduro, y aquella noche de conversación con el camarada Julio Montes, embajador en Bolivia, acerca de qué hacer en medio de lo que parecía una estocada final (2008) y de sus consejos personales al presidente Evo acerca de cómo debía enfrentarla.
4. No se logra explicar por qué el presidente Evo Morales permitió ese rol estelar del ministerio de las colonias estadounidenses (OEA) que, cual caballo de Troya, sirvió (con su preconcebida posición sobre el escrutinio electoral) de pretexto para el inicio de las operaciones del golpe de Estado. No tuvo en cuenta Evo el comportamiento de la OEA en torno a Venezuela, cómo se le pudo ocurrir su intromisión directa y descarada en Bolivia. En política la ingenuidad también es costosa.
5. Finalmente, y sin que esto agote para nada el examen de las causas de lo que está ocurriendo en Bolivia, es fundamental señalar la atención que siempre debe prestarse a los movimientos del imperio, que se producen con independencia de los éxitos económico-sociales y la naturaleza política democrática de los gobiernos. No es tan difícil suponer que los gobiernos más cercanos al presidente Chávez y al modelo socialista del siglo XXI, recibirán la misma ofensiva estratégica de parte de las élites del poder estadounidense en su doble afán de recomponer la correlación de fuerzas global en América Latina y demoler las bases del nuevo proyecto societario contrahegemónico. Y a propósito de lo estrictamente económico, la suscripción de los acuerdos mixtos con China para el aprovechamiento e industrialización del litio, aceleró el tiempo de la ofensiva imperial.
Los acontecimientos están en curso. El movimiento progresista, con los pueblos indígenas a la cabeza están dando la vida para restablecer el sistema político que le permitió ser personas, ser ciudadanos de verdad, como no lo habían sido en más de 200 años. Va a ser muy difícil una restauración que haga retroceder a Bolivia a su prehistoria de exclusión étnica, aún cuando se consumara por la vía del terror la derrota de las fuerzas populares, esa derrota sería transitoria, pues la siembra de esos 14 años dará nuevos frutos. Esa es la dialéctica de la vida, ni el Imperio ni las fuerzas reaccionarias golpistas podrán cambiarla.
El proceso está vivo, pero debe servirnos de espejo a las naciones asechadas. Extraer de esta historia viva y palpitante las lecciones, haciéndonos las autocríticas que corresponden para evitar su trágica repetición.
EPÍGRAFE
“El movimiento progresista, con los pueblos indígenas a la cabeza están dando la vida para restablecer el sistema político que le permitió ser personas, ser ciudadanos de verdad, como no lo habían sido en más de 200 años”…