Los europeos necesitan esperanza. Tras meses de duras restricciones y pese a los repuntes del virus, algunos gobiernos empiezan a hacer planes de apertura para la próxima primavera. Es el caso de Bélgica, donde se mantiene prohibidos los viajes al extranjero, pero empiezan a levantarse las restricciones sobre las actividades al aire libre. En abril le llegará el turno a la cultura y en mayo, a los cafés y restaurantes. Eso sí, siempre que a evolución de la pandemia lo permite. «Somos muy conscientes de la necesidad de ofrecer perspectivas porque cinco meses de medidas y esfuerzos sostenidos tienen un impacto en el bienestar psicológico», dijo el primer ministro belga, Alexander de Croo, al presentar su plan.
Donde aún no pueden permitirse el lujo de hacer ningún plan es en la República Checa, que en estos momentos es el país con la tasa de contagios más elevada del mundo. La situación en los hospitales es crítica. El Gobierno ha abierto la puerta a la posibilidad de enviar pacientes al extranjero para aliviar la presión en el sistema sanitario. Alemania ya ha tenido la mano a su vecino. «No solo estoy en contacto con los responsables de Praga, sino también con los estados federados que eventualmente podrían tener camas disponibles -explicó el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas-. Nos alegraría mucho poder aliviar un poco la difícil situación en la República Checa, permitiendo que los enfermos que no pueden ser atendidos allí sean alojados en nuestros hospitales».
En Italia las cifras también empeoran rápidamente. La región sureña de Campania, cuya capital es Nápoles, quedará confinada a partir del próximo lunes para tratar de frenar la escalada de contagios. La población solo podrá salir de casa por necesidad o para hacer deporte. Los negocios estarán cerrados. Otras dos regiones del sur, Basilicata y Molise, están en idéntica situación. En Francia, el sector de la cultura está en pie de guerra. Exigen la reapertura tras un año de pandemia que ha devastado sus ingresos. Medio centenar de personas entraron en un teatro de París para colgar una pancarta en la que se podía leer «cultura sacrificada».
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