Iryna Venediktova tiene un solo objetivo: hacer que Vladimir Putin y sus fuerzas paguen por los crímenes cometidos en Ucrania. Si bien hay tribunales en todo el mundo que esperan pedir una rendición de cuentas a Rusia, el grueso de las investigaciones, y probablemente la mayor parte de los juicios, tendrán lugar seguramente en Ucrania. Y la fiscal general de ese país encabeza esos esfuerzos. Para Venediktova, es un asunto personal. “Mi deber es proteger los intereses de los ciudadanos de Ucrania. Y ahora veo que no puedo proteger a todos estos chicos muertos”, comentó. “Es algo muy doloroso para mí”. La primera mujer nombrada fiscal general de Ucrania, Venediktova habla con firme determinación, salpicada con apuntes divertidos.
Encara su tarea con una ética laboral implacable. Exprofesora de derecho de 43 años, se muda constantemente y los vestidos y demás atuendos de siempre fueron reemplazados por uniformes de fatiga verde oliva y chalecos antibalas. Come apresuradamente en un auto —cuando come. Empieza su jornada temprano y la termina tarde. Su dependencia ya inició ocho mil investigaciones sobre la guerra e identificó a unos 500 sospechosos, incluidos ministros, militares y propagandistas rusos. “La principal función de las leyes es proteger y compensar. Espero que podamos hacerlo, porque en estos momentos esas son solo palabras bonitas, no se cumple con las leyes”, declaró Venediktova. “(Pero) Son palabras muy lindas y quiero hacerlas cumplir”.
Se pasa el día hablando con funcionarios extranjeros y con donantes, tratando de coordinar esfuerzos y de conseguir apoyo. Va de ciudad en ciudad visitando campamentos de refugiados y cruces fronterizos donde instaló fiscales que escuchan las historias de la gente y las convierten en hechos y en evidencia antes de que desaparezcan. Las entrevistas pueden tomar horas. Sentados frente a sus laptops, los fiscales esperan que la gente seque sus lágrimas para preguntarle acerca de los bombardeos, las armas usadas, los uniformes, las insignias de los soldados.
Esta información es el primer eslabón en la cadena de responsabilidades que Venediktova espera lleve hasta la cúpula del gobierno ruso. Un día reciente, visitó la oficina de Lviv donde Ala, de 34 años, se sienta con los fiscales y explica cómo fue que perdió su casa. No quiere que se use su apellido porque su hija de ocho años permanece atrapada en territorio controlado por Rusia. Ala promete regresar con un fragmento del proyectil de mortero que destruyó su departamento en Vorzel, una localidad a pocos kilómetros de Bucha. Se llevó ese pedazo de metal como recordatorio del drama al que sobrevivió. Y como evidencia.
Con información de: https://latinus.us/