Jorge Ramírez Fernández
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Cuando vemos la forma de actuar de Nicolás Maduro, es inevitable pensar automáticamente en la frase que le da título a estas líneas. Y no puede ser de otra manera. Cuando una persona hace las cosas mal, no debe hacer caso omiso de las críticas. No puede tratar de convencer a los demás de que los problemas no existen. Lo que debe hacer es corregir, reconocer los errores en los que ha incurrido, y sobretodo evitar mentir. Las mentiras lo complican todo siempre. Si no se asume una actitud madura, al final las consecuencias se pagan. Un error del que se aprende se convierte en un éxito.
Sólo pueden corregir las personas razonables, los racionales. Un irracional está condenado a seguir errando. A seguir cometiendo animaladas. En Venezuela ningún control ha tenido efectos positivos. El señor Maduro nos ofrece “más controles” ¿Cómo no pensar que padece una grave minusvalía intelectual? ¿De qué razonamiento podremos valernos para no concluir que Nicolás Maduro es un completo incapaz, un inepto redomado? Si el control de cambios es un fabuloso mecanismo de corrupción ¿Para qué mantenerlo?
Sería interesante que Nicolás Maduro nos explique: ¿Por qué Brasil no sufre esos problemas económicos que acogotan a los venezolanos? ¿Por qué no los tiene Ecuador? ¿Por qué no los tiene Bolivia? ¿Por qué no los tiene Nicaragua? Los cubanos están mucho peor, su gobierno sólo sobrevive de chulear a otras naciones especialmente a Venezuela. ¿Por qué aquellos países producen lo suficiente como para exportar y Venezuela no? ¿Es que acaso esos gobiernos no se proclaman “socialistas” sin dejar de operar económicamente en el capitalismo?¿O será que los gobernantes de esos países no son tan burros como los que mal gobiernan en Venezuela?
Que nos diga el súper inepto Nicolás Maduro el número de hectáreas que ha expropiado el régimen “animalista” y para qué ha servido que esas tierras hayan dejado de estar en manos de productores agropecuarios para pasar al control de la marabunta corrupta, destructora, ladrona e incapaz que él dirige.
Que nos diga cómo es eso de que Cadivi y el “cadivismo” han devenido en un monumental esquema de corrupción y parasitismo que garantiza la “suprema felicidad” de los bandidos enchufados, y quienes la han dirigido son unos serafines y arcángeles incapaces de ensuciarse las manos con el lodo nauseabundo de la corrupción.
Para una persona muy bruta es imposible razonar la conveniencia de reunirse sensatamente con quienes pueden ayudar a resolver el problema y oír sus planteamientos. Si en vez de insultar, perseguir y castigar a los venezolanos que producen se les otorgaran incentivos, facilidades y reglas de juego lógicas ¿Podrían cambiar las cosas para mejor? Eso parece impensable para el minúsculo cerebro de Nicolás maduro. Por eso cuando lo vemos actuar imposibilitado de adoptar medidas inteligentes, sólo podemos exclamar: ¡Que animal!