Me refiero a que las guarimbas pretenden llamar la atención de las autoridades para que sean reprimidas. Esa represión retroalimenta los ánimos y da argumentos para brindarle algún apoyo. Lo cual ocurre a través de las redes sociales y de los rumores
Iván Gutiérrez
Los últimos días han transcurrido con mucha tensión. En cierta forma quienes pretendieron encender las calles lo lograron.
Fue así porque un sector importante de la sociedad, en buena medida opuesta al gobierno de manera irreductible, fue trabajada para acelerar su inconformidad. Por supuesto, no es menos cierto que manejos políticos inadecuados y una situación económica cada vez peor, fueron factores que también actuaron.
Los radicales de la oposición no hicieron otra cosa que aprovechar unas condiciones existentes para, cabalgando sobre ellas, intentar asumir el liderazgo de una masa que se sentía huérfana de él. Por lo que observamos, en ello también han tenido éxito. Leopoldo López es hoy expresión de una parte grande de esa masa opositora.
También es cierto que más allá de esos logros personales y la necesidad de reaccionar que estaba ahogando a la masa opositora, las acciones propuestas carecían de posibilidades de concreción. La pretensión de salir del gobierno no es un objetivo que sea realizable, aun cuando, a la desesperada, busquen cualquier salida; hasta un salto al vacío.
Sin embargo, es innegable que las acciones adelantadas por pequeños grupos en varias ciudades han logrado perfilar un clima de crisis, que se ve alimentado por las acciones que deben tomarse para enfrentarlas.
Me refiero a que las guarimbas pretenden llamar la atención de las autoridades para que sean reprimidas. Esa represión retroalimenta los ánimos y da argumentos para brindarle algún apoyo. Lo cual ocurre a través de las redes sociales y de los rumores. De esa manera la sensación de crisis se ve sobredimensionada, lo cual es aprovechado por factores mediáticos para su amplificación.
Es un juego donde la propaganda cumple un papel importante. A ello se suma la brutalidad con la que se reprime y una débil actuación de las Instituciones, que deben velar por la actuación de los órganos de represión en el marco de las leyes. Ha ocurrido que estos organismos son visiblemente tolerantes cuando las denuncias de atropellos surgen del lado opositor. Y esto es un error. Tanto debe ser investigada la muerte del ciudadano víctima de una guaya, como la de la joven que recibió los perdigones en su cara y falleció a consecuencia de los hechos producidos. Es un asunto de justicia en ambos casos y las autoridades deben actuar con firmeza. Entre otras razones porque su actitud aviva las reacciones de rabia e impotencia.
Todas estas cosas, si permanecen en el tiempo sin recibir un trato adecuado, hacen que las protestas encuentren un asidero real. No es lo mismo hablar de una dictadura por hablar, que hacerlo con razones, al denunciar brutalidad policial e indefensión.
Lo mismo ocurre cuando las autoridades responden ignorando en bloque la protesta y no presta atención a ninguno de sus componentes, confiando en que la represión o la cotidianidad, las hará desaparecer. Quienes están en el gobierno saben que esto no es así, pues ellos mismos estuvieron en situaciones parecidas. Por eso no puede ser descartable colocarse en los zapatos de los estudiantes que salen a protestar y no desdeñarlos porque son instrumentos de otros intereses.
Hay que estar ¡mosca! Con estos movimientos que efectivamente pueden ser aprovechados por los oscuros intereses de un grupito, pero que, al descuidarlos toman dimensiones de verdadera crisis.