Adversidad económica

Lo que advertimos en los primeros días de enero del año pasado se cumplió a cabalidad. La inflación, medida por la variación del índice nacional de precios al consumidor entre diciembre de 2012 y diciembre de 2013, se ubicó en 56,2%, nivel substancialmente mayor que el 20,1% del año precedente

Pedro A. Palma

Los comportamientos de una serie de variables económicas fundamentales de Venezuela durante el año 2013, recientemente publicados por el BCV, demuestran que estábamos en lo cierto cuando a comienzos de ese año advertimos en esta misma columna que los manejos de la cuestión económica que se esperaban “generarían mayores presiones inflacionarias y restringirían el nivel de actividad económica, pudiéndose producir circunstancias de estancamiento o de recesión. Todo ello se reflejaría negativamente sobre la población, produciéndose mermas en la capacidad de compra, y desmejoramiento de las condiciones de trabajo.”

Lo que advertimos en los primeros días de enero del año pasado se cumplió a cabalidad. La inflación, medida por la variación del índice nacional de precios al consumidor entre diciembre de 2012 y diciembre de 2013, se ubicó en 56,2%, nivel substancialmente mayor que el 20,1% del año precedente. En el caso de los alimentos la situación fue mucho más grave, ya que, de acuerdo a lo reportado por el instituto emisor, los precios de esos rubros aumentaron 75,8% en el período analizado, haciendo que la mayor presión inflacionaria recayera sobre el segmento de menores ingresos de la población, cuyos miembros tiene que destinar un mayor porcentaje de su exiguo presupuesto familiar a la adquisición de esos productos fundamentales.

El nivel de actividad económica también mostró un comportamiento adverso, ya que el crecimiento del PIB real fue tan sólo 1,3%, lo cual implicó una contracción en términos per cápita. Más aún, cuando se analizan los crecimientos de las producciones sectoriales, se obvia que el nivel de actividad de los sectores transables, es decir, aquellos que producen bienes que pueden ser objeto de comercio internacional, tales como la manufactura, la minería y la agricultura, experimentaron importantes contracciones, particularmente en el caso de los sectores industriales productores de alimentos y de otros bienes de consumo.

Del lado de la demanda se observó un comportamiento disímil, ya que la inversión bruta fija experimentó una contracción del 9%, mientras que el consumo privado creció 4,7%, esto último debido, en buena medida, a la enorme expansión monetaria que produjo el dislocado gasto público, y el financiamiento irrestricto de buena parte del mismo por el BCV a través de la creación masiva de dinero inorgánico sin respaldo. Como es fácil inferir, un crecimiento importante de la demanda, en este caso del consumo privado, y una contracción de la producción interna de bienes, genera escasez y presiones alcistas de los precios, máxime cuando el volumen de las importaciones también experimentó una importante contracción, calculada por el BCV en un 9,7%.

Todo lo anterior se reflejó negativamente sobre la población, la cual sufrió una severa contracción en la capacidad de compra de los ingresos que percibe. En efecto, de acuerdo al índice de remuneraciones publicado por el BCV, en 2013 el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores cayó 5,8% con respecto al año precedente, ya que el aumento de aquellas remuneraciones fue menos intenso que el incremento de los precios. Esto, combinado con las restricciones a la generación de empleo debido a la recesión y a la menor inversión, explican el deterioro sufrido por el sector laboral.

Como ya lo dijimos en nuestro primer artículo de 2014, en el que como ya es costumbre presentamos nuestras predicciones para el año que recién comenzaba, todo parece indicar que en el presente año sufriremos las mismas adversidades que en 2013, o incluso las padeceremos con mayor intensidad, ya que las distorsiones creadas por las erradas políticas del pasado, o las acciones tendentes a corregir los graves desequilibrios que esas políticas han ocasionado, nos condenarán a padecer mayor inflación, recesión y deterioro de la calidad de vida.

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