Suficiente tenemos con las culpas cristianas como para tener que cargar también con unas culpas absurdas derivadas de percibir el rentismo como una especie de pecado original colectivo
Tal como los demás países petroleros y mineros, Venezuela es rentista. Cuestión que nosotros deberíamos apreciar como una ventura genética y no como una limitación o desgracia. Suficiente tenemos con las culpas cristianas como para tener que cargar también con unas culpas absurdas derivadas de percibir el rentismo como una especie de pecado original colectivo.
Veamos un poco cómo se ha manipulado el concepto del rentismo. La oposición: rentismo – producción industrial y la cadena: industrialización, crecimiento, desarrollo económico y (luego) desarrollo social responden a la trampa ideológica urdida por las potencias capitalistas para obnubilar a los pueblos de países obligados a exportar trabajo, materias primas y capital para apuntalar su condición de potencias. Países descalificados con base en teorías e índices ajenos a su historia, su cultura y su diversidad.
No es casualidad que la categoría política «rentismo» se haya popularizado académica y políticamente a partir de la decisión tomada por los países de la Opep en 1968 de retener el máximo posible de las rentas derivadas de la explotación de su subsuelo y reducir al mínimo los beneficios de los colaboradores extranjeros.
Tampoco se debe al azar que se califiquen de rentistas a los países petroleros cuyos gobiernos utilizan la renta para lograr consenso político y legitimar la reproducción del sistema rentista y que no se dé el mismo trato a aquellos que no contaminan políticamente su industria petrolera (pública o privada) y procuran la maximización de beneficios.
Según este enfoque retorcido e interesado del rentismo, la Venezuela populista de la IV República sí era rentista mientras que la de hoy, a pesar de seguir siendo dependiente y de adolecer de algunos de los males atribuidos a ese rentismo, no lo sería. Pues nuestro Gobierno, pese a ser objeto de una guerra sin cuartel, se esfuerza por utilizar los ingresos petroleros para transformar la sociedad, visibilizar las contradicciones del capitalismo, fortalecer el poder popular y transitar hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI.
Más, dejando de lado este enfoque, Venezuela sí es un país rentista. Los venezolanos tenemos el privilegio de disponer por muchos años más de una renta que nos facilita: saldar la deuda social dejada por la IV, satisfacer nuestros derechos sociales, apalancar una producción agrícola e industrial acorde con nuestras necesidades reales y avanzar hacia la concreción del socialismo bolivariano.
Importante es que lo reconozcamos, lo celebremos y sigamos aprovechando nuestro generoso rentismo para realizar el sueño libertario de Bolívar y Chávez, para trabajar en pro del disfrute de la mayor suma de felicidad social posible y para convertir a Venezuela en una potencia socialista, integral y solidaria, teniendo siempre en cuenta la obligación de contribuir con la preservación de la vida y de la especie humana.
Mariadela Villanueva
aporrea.org